martes, 16 de octubre de 2012

Textuales: Hernández Arregui y la Izquierda Nacional

"En la Argentina, como producto de la transformación del país y de la evolución y confrontación de las ideas ha crecido una tendencia que puede calificarse genéricamente como "izquierda nacional". Por Izquierda Nacional (1), en un país dependiente, debe entenderse en sentido lato, la teoría general aplicada a un caso nacional concreto, que analiza a la luz del marxismo, en tanto método de interpretación de la realidad, y teniendo en cuenta, en primer término, las peculiaridades y el desarrollo de cada país, la economía, la historia y la cultura en sus contenidos nacionales defensivos y revolucionarios, y coordina tal análisis teórico, con la lucha práctica de las masas contra el imperialismo, en el triple plano nacional, latinoamericano y mundial y en este orden (2). Esta tendencia, en la Argentina, acusada falsamente por las derechas y las izquierdas colonizadas de trotskista, no forma un grupo ideólogico unitario ni parece destinada a convertirse en partido. Sus representantes, gravitan de una manera efectiva, sobre todo a través de su labor escrita, en la formación política de la clase obrera y en el cambio mental de vastos sectores sociales, particularmente en la masa estudiantil y los estratos inferiores de la clase media. En realidad, el trotskismo mismo, no existe en la medida que las tensiones internacionales de la izquierda se han debilitado después de la muerte de José Stalin y León Trotski y del visible cambio operado en la URSS con relación a diversos problemas, a través de la conducción de Kruschev, del ascenso de Mao-tse-Tung al gobierno de China y de las experiencias nacionales de los países socialistas surgidos con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. La grave lucha interna se agudizó en Rusia, con posterioridad a la muerte de Lenin en 1923 dio origen a dos tendencias, cuyas cabezas visibles fueron José Stalin y León Trotsky. En ambos bandos militaron revolucionarios de la vieja guardia, calumniados los unos y los otros, lo cual terminó proyectándose al orden internacional. Entre 1936-1938 culminó la crisis con el aniquilamiento en Rusia de la corriente trotskista (...) En la Argentina, el trotskismo, en sus orígenes, se expresó como discusión del problema ruso. En 1939 se insinúa una posición más nacional y una crítica justa a las tácticas de los frentes populares.
El trotskismo, en sus minúsculos grupos, parece condenado a oscilar entre un violento extremismo, la absorción por el movimiento nacional de masas y el socialismo pequeñoburgués, pero al mismo tiempo, en el plano ideológico por su comprensión de la cuestión nacional y el nivel teórico de sus elementos individuales, cumple una tarea crítica de positivo valor ideológico (...)"

(1) El término izquierda nacional fue lanzado por primera vez en 1957 por el autor de este trabajo.
(2) En consecuencia, la "izquierda nacional" no es más que una tendencia, y así lo entendí al crear el término dentro del propio Movimiento Nacional Peronista.

En Juan José Hernández Arregui, "La Formación de la Conciencia Nacional"


sábado, 6 de octubre de 2012

Textuales: Carta de Jauretche a Sábato

La primera edición del libro “Los profetas del odio” fue de mayo de 1957. Jauretche explicaba así los objetivos de ese trabajo: “Quiero poner en evidencia los factores culturales que se oponen a nuestro pleno desarrollo como Nación, a la prosperidad general y al bienestar de nuestro pueblo, y los instrumentos que preparan las condiciones intelectuales de indefensión del país”.
Ernesto Sábato en su libro “El otro rostro del peronismo”, había dicho “el motor de la historia es el resentimiento que, en el caso argentino, se acumula desde el indio, el gaucho, el gringo, el inmigrante y el trabajador moderno, hasta conformar el germen del peronista, el principal resentido y olvidado”.
En septiembre del 1956 desde Montevideo, Jauretche le envió una carta a Ernesto Sábato donde le contestó. Esta discusión fue la que gestó la idea de un libro donde se proponía polemizar con escritores que evidenciaban su desprecio por el peronismo y sus partidarios. Tiempo después le incorporó una yapa en la que desarrolló la cuestión de la colonización pedagógica.
Fue un enconado crítico de aquellos intelectuales que hicieron carrera denostando de todas las maneras posibles al movimiento nacional, ese cuestionamiento se convertía en una galardón que les permitía posicionarse favorablemente dentro del aparato cultural de la oligarquía: “En largos años de lucha al servicio de la idea de la emancipación nacional, me fue dado conocer la mentalidad de los hombres que se autodesignan como “intelectuales”, y su absoluto divorcio con la realidad del país, así como los obstáculos que ellos crean a la inteligencia argentina cuando busca su camino”.

Extraído de El Forjista 

"CARTA A ERNESTO SABATO

Estimado amigo:
Acabo de leer en el número de hoy de Marcha, de Montevideo, una síntesis de la nota sobre las torturas que usted publicara como director de Mundo Argentino, así como la secuela radiotelefónica y periodística del episodio.
Le estaba debiendo a usted la contestación de la afectuosa carta que me dirigiera al enterarse de mi partida de Buenos Aires, pero debo confesarle que no estaba en mi ánimo el hacerlo al verlo continuar en ASCUA.

Su valeroso gesto de esta oportunidad lo libera ante mí de los cargos que le hacía. Ya sé que usted pensará que puede hacérmelos a mí por muchos silencios, pero antes de ahora le he expresado la convicción en que viví durante los últimos años, de que cualesquiera fueran los errores y faltas que se cometieron entonces no importaban para el país el seguro desastre que sobrevendría de alterarse el orden vigente y querido por las mayorías populares.

Preví que detrás de la protesta de muchos sinceros estaban en acecho fuerzas más poderosas que se apoderarían fatalmente del comando para intentar la restauración del orden colonial de la “década infame”.

Preví también, y lo dije en mi clausurado periódico El 45, cuál sería la reacción del pueblo profundamente politizado, para la defensa de sus conquistas y, asimismo, que ésta desencadenaría la persecución de todos los sectores adscriptos a cualquiera de los tres lemas que encarnan el sentido de esa politización: liberación económica, justicia social y soberanía popular.

Los hechos han confirmado mis previsiones y justificado la posición que entonces me criticaba y, lo que ha pasado a los peronistas pasará a los nacionalistas y a los demócratas auténticos, desde Amadeo a Frondizi y le sucederá también a los sectores marxistas, una vez que cambie la línea táctica que hace coincidir a Londres con Moscú en el Río de la Plata.

Marginalmente le diré que esa coincidencia no es muy visible dentro del país, porque el gobierno hace declaraciones enfáticas contra los comunistas y parece perseguirlos ––tratando de desorientar a Washington que en materia de sutileza no ha inventado la pólvora–– y porque los comunistas, tratando de lograr algún prestigio entre los obreros, ensayan conatos de resistencia...

Quiero ahora comentarle su último libro: “El otro rostro del peronismo” con que Ud. contesta a la última publicación de Mario Amadeo. Debo decirle que por más que supere la adversa posición que tenemos en política, lamento que Ud., que tiene formación dialéctica, haya recurrido a la interpretación, inaugurada en nuestro país por Ramos Mejía, de querer resolver las ecuaciones de la historia por el camino de las aberraciones mentales y psicológicas.

Por aquí anduvo Borges tocando el mismo instrumento, a base de complejos de culpa y necesidades masoquistas. Después vino Martínez Estrada que anduvo también por la huella de ese trillado resentimiento, aunque lo hizo enfermedad continental, desde luego excluyendo los rubios. Max Dickman fue más prudente y sólo nos ayudó diciendo que la Revolución Libertadora había ubicado en el presupuesto a la mayoría de los intelectuales. Palacios, en cambio, está muy silencioso, tal vez porque después de una larga vida administrando la lágrima en dosis para viuda, se encuentra un poco en descubierto...

No, amigo Sabato. Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde Ud. aquellas multitudes de octubre del 45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios.

Recuerde esas multitudes, aún en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro ––cosa absolutamente inusitada entre nosotros––y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran
resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida “occidentales” que hasta entonces les habían sido negadas...


Es una broma trágica que quienes se vuelven contra su país al sentirse frustrados, no se vuelvan contra quienes lo frustraron deliberadamente.

Cualquier ensayo de la realidad argentina que prescinda del hecho fundamental de nuestra historia, es sólo un arte de prestidigitación que hurta los términos del problema, que están dados por la gravitación británica en sus tres etapas:

    1º) Tentativa de balcanización, parcialmente lograda;

    2º) Promoción del progreso en el sentido del desarrollo unilateral agrícola-ganadero (para crear las condiciones de la granja), y

    3º) Oposición a la integración industrial y comercial de nuestra economía, para mantenernos en las condiciones óptimas de la segunda etapa, con un país de grandes señores y peones depata al suelo y una clase intermedia de educadores, profesionales y burócratas para su instrumentación.

Deje pues eso del resentimiento y haga el trabajo serio de que Ud. es capaz y que el país merece. No importa lo que diga de nosotros, pero no eluda el problema de fondo o no lo mencione sólo incidentalmente. Es Ud. mucho más que Ghioldi o un Sánchez Viamonte, para usar la técnica que esos intelectualoides ya utilizaron contra el otro movimiento de masas, también “resentidas”, que acompañó a Yrigoyen, el otro dictador. (Lo remito a la literatura periodística y a los ensayistas de la época.)

Más lógico hubiera sido en Ud. señalar la coincidencia entre estas dos épocas, las  dos grandes guerras y el proceso de industrialización y plena ocupación que, al permitir levantar el nivel de vida de las masas, les dio acceso a la acción política, con sus demandas nacionalistas y de justicia social, fenómeno del que los conductores fueron más efecto que causa.

Percibiría también las profundas analogías entre septiembre de 1930 y septiembre de 1955, aunque sus autores momentáneos parecieran en un caso ultramontanos y en el otro jacobinos. El vencedor imperial fue siempre el mismo.

Considere estas líneas como las objeciones modestas de un hombre que ha vivido bastante el proceso político de su país, ya que me considero excluido del riesgo de pasar por intelectual, ni en la Confederación de Baldasarre ni en ésta que ha inventado este señor Erro que riega con los frutos de su riñón de pensador todos los salones de conferencias disponibles y todas las audiciones radiales, aunque tenga que aguantarse hasta la noche para cumplir su higiénica función.

Deje que los intelectuales, tipo Mayo y Caseros, le metan fierro a los caudillos y a los “negros”. Pero son los negros los que nos volverán a salvar de esa economía pastoril ordenada en inglés y expresada bovinamente por el último producto de la ganadería que destapó la reciente exposición rural: el inteligente señor Blaquier.

Bromas aparte. Yo le conozco el espíritu de luzbelito que seguramente Erro no le conocía y no creo que Ud. haya escrito en serio ese libro. Hasta me sospecho que lo ha hecho para darse el gusto de contestarse, con el trabajo serio que esperamos de Ud.

    El ochenta por ciento de los argentinos y Ud. entre ellos, coincidimos en lo fundamental: la liberación nacional, la justicia social y la soberanía del pueblo. Unos marcan más el acento sobre una de las consignas y otros sobre otras. Nuestras diferencias en este momento dramático son adjetivas con respecto a lo fundamental pero entretanto, una mano extranjera organiza el cipayaje y los vendepatrias.
    Estamos dispersos y en campos encontrados pero debemos coincidir, aunque más no sea en el terreno de las ideas, para una defensa elemental.
    Quisiera que Ud. interpretase en cuánto estimo su valeroso gesto como periodista. Pero con la misma lealtad debo decirle, en cuanto creo que lo desmerece, su mal paso como escritor.

    Sus nuevos enemigos cargarán en su cuenta esta adhesión al primero y no le estimarán esta disensión al segundo. Cualquiera sea la impresión que le cause esta carta, recuerde que sigo considerándome su amigo.
Arturo Jauretche
Montevideo, septiembre de 1956."

En Arturo Jauretche, Los profetas del odio, Trafac, Buenos Aires, 1957, pp. 14-21.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Perón y el famoso "5 x 1"

Luego de haber sido bombardeada la Plaza de Mayo por sectores de las Fuerzas Armadas que buscaban el golpe militar contra el Gobierno democrático del general Juan D. Perón, en donde fueron asesinados centenares de civiles, el caos se apoderó de toda la sociedad... El presidente, que había estado intentando generar un clima de pacificación y reconciliación, se dirigió al pueblo con un encendido y extremista discurso: 



Transcripción: "...a la violencia la hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia...
Con nuestra tolarancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente, y, desde ya, establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en contra de la ley o la constitución, puede ser muerto por cualquier argentino.
Esta conducta, que ha de seguir todo peronista, no solamente va dirigida contra los que ejecuten, sino, también, contra los que conspiren o inciten.
La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos."



Textuales: Fermín Chávez y el golpe de 1955

"Revolución Libertadora - La cuarta invasión inglesa
La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.
Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.
La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.
En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía-, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”. En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.
Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos, y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.
El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.
Finalmente en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional."

Fermín Chavez, Revista Primera Plana Nº 507, 13 de septiembre de 1973.