"En la Argentina de hoy, el colonialismo ha promovido la
nacionalización de amplios sectores de la clase media. La clase media
posibilitó la contrarrevolución de 1955. Fue la base social de los
gobiernos de Lonardi, Aramburu y Rojas, Frondizi e Illia. Recién con el
autocratismo clerical del Gral. Juan Carlos Onganía, y el desgaste del
Ejército como poder político, agravado con los sucesores, también
militares, Roberto M. Levingston y Alejandro Lanusse, la clase media ha
entrado en estado de desorientación crítica.
La clase media, aunque en proceso de cambio, no debe ser idealizada.
Sus prejuicios sociales conviven con sus transtornos económicos. La
ideología de la pequeñoburguesía no es coherente. En ella se mezclan un
tibio reconocimiento del peronismo como movimiento de masas, un
izquierdismo -en sus capas más avanzadas- más o menos inspirado en la
Revolución Cubana y en Mao-Tse-Tung, que conserva algo de ese rasgo,
típico de la intelectualidad de izquierda, que es la inclinación hacia
todo lo que venga de afuera.
La posición de la clase media en general ofrece una peculiaridad.
Adopta una actitud crítica -que en la práctica es un rechazo- hacia la
figura de Perón, conductor del movimiento obrero argentino. Esta
contradición es explicable. La clase media, en sus tendencias de
izquierda, al negar a Perón, se opone mediante un rodeo, al proletariado
nacional, al que por otra parte se acerca con la intención de darle una
"ideología" que, según tales grupos, le faltaría al peronismo. En el
fondo, está convencida que su destino es conducir al proletariado,
substituir a Perón. En esta posición, a través de la cual la
pequeñoburguesía vela sus propias contradicciones, su separación de las
masas y sus abstracciones inútiles, sigue sin entender bien la
complejidad de la lucha anticolonialista.
El acercamiento de estos grupos a la clase obrera es real, pero
contra lo que sus miembros piensan, no son los trabajadores los
destinados a ser dirigidos por la clase media, sino ésta la que ha
variado en su ideología, bajo la presión de las masas peronistas. En
medio del descrédito del P. Comunista, las figuras de Ernesto Guevara,
Fidel Castro o Mao no son desechables. Más bien, esta adhesión, prueba
que la pequeña burguesía ha descubierto la cuestión colonial. Pero no
todavía desde un ángulo nacional pleno. También, estos pequeños
partidos y grupos, hablan de socialismo, pero no lo ligan al peronismo,
sino viniendo no se sabe de donde. Es la conocida inte-lectualización
de la realidad de la clase media. El propio Perón ha tocado esta
ambigüedad de los mejores exponentes de la clase media intelectual, y
ha señalado, en qué medida, la resistencia al peronismo es el residuo de
la conciencia de clase colonizada:
"La dispersión -ha escrito Perón- es la única arma que le queda a la oligarquía. Nuestros enemigos lo saben muy bien. Sus instrumentos son los ’neoperonistas’ de adentro y los pueriles movimientos de liberación de afuera. Estos últimos no son mala gente; han leído demasiado rápido y creen ingenuamente que las revoluciones vienen hechas en los libros como los trajes de confección. Están rodeados de un verdadero movimiento de liberación y no lo ven. El árbol les impide ver el bosque."Estos grupos de izquierda no leen a Perón. Conviene, pues, recurrir a otras fuentes. Mao es una de ellas. Aunque la anécdota, que responde a un hecho real, es conocida, conviene repetirla. Hace algún tiempo, una delegación de estudiantes argentinos visitó China. Mao los recibió. En el transcurso de la entrevista, uno de los estudiantes, encandilado por la presencia del conductor de China, y ante una pregunta de Mao, contestó con fervor místico: "¡Yo soy maoísta!". "¿Cómo?" -inquirió Mao, simulando no haber oído bien. "¡Yo soy maoísta!" repitió con énfasis el joven revolucionario. A lo que Mao contestó con paternal afecto, pensando quizá en su larga lucha como nacionalista y caudillo de las masas chinas: "Yo de ser argentino sería peronista". Conocedor de su pueblo, pero sabedor también de sus tradiciones culturales intransferibles, interpretaba mejor a las masas argentinas que los estudiantes argentinos, que, como dice Perón "creen ingenuamente que las revoluciones vienen hechas de afuera como los trajes de confección". Son conocidas las relaciones amistosas entre Perón y Mao. Como también con Fidel Castro. Pero los corrillos de izquierda son testarudos. Y es probable que apelen a Lenin. Pero Lenin no les daría la razón. También Lenin juzgó a los estudiantes de su época. Y en Rusia: "Permitidme una pregunta, -escribió alguna vez Lenin que tocó este tema en múltiples ocasiones- ¿Cómo han estimulado nuestros estudiantes hasta el presente a nuestros obreros? Únicamente aportando las briznas de aquellas ideas socialistas que han podido adquirir en los libros (pues el principal alimento espiritual del estudiante de nuestros días el marxismo legal) no ha podido darle algo más que el abecedario, no ha podido darle más que briznas". Hay una notable analogía entre estas observaciones de Lenin y Perón respecto a los grupos estudiantiles alistados en la izquierda. Se proclaman revolucionarios. Pero en la teoría desconectada de la práctica. Y si bien la teoría sin la práctica es vacía, la práctica sin la teoría es ciega. La práctica, en otras palabras, son las masas. Las masas tal cual son. Y las masas son peronistas. No masas maoístas o castristas. Y menos rusas. No se trata aquí de zaherir a estos estudiantes. Antes bien, lo deseable es hacerles comprender el país. Esta abstracción ideológica de los minúsculos grupos de izquierda, esta manera de pensar sin raíz en la práctica, y que tales grupos toman como superioridad teórica y capacidad de conducción, debe ser más modesta, más ajustada a la realidad argentina, más identificada con la vida. Los centros estudiantiles que los agrupan, recién entonces estarán preparados para aportar algo a la revolución, luego de haber comprendido al pueblo y sus pasiones. O mejor dicho, de haber aprendido de las masas. Cuando estos grupitos dicen: "Perón ha sido superado" muestran el lastre que les queda del propio pasado familiar o personal antiperonista. Y al negar a Perón desprecian a los obreros. A las masas peronistas. Todavía no se han superado a sí mismos como clase media, cualesquiera sean la pureza de sus ideales y su arrojo personal. Los ejemplos de China, Cuba, Argel, etc., son aprovechables. Pero más aprovechable, mucho más aprovechable, es la experiencia iniciada el 17 de octubre de 1945. Pongamos otro ejemplo. Ernesto Guevara fue un prominente revolucionario. Pero su presencia en la Argentina no hubiese desatado una revolución. En cambio Perón sí. Por eso, en 1964, todas las fuerzas antinacionales, todo el imperialismo, incluso el aparato sindical vandorista, interrumpieron en Brasil su viaje de retorno a la Argentina.
La superación ideológica del peronismo no se alcanzará con críticas
en los pasillos de las facultades, o en reuniones selectas, sino
batallando dentro del movimiento de masas. Si Perón, a través de los
años transcurridos desde su alejamiento del país no ha podido retornar
¿no es acaso ésta la demostración palpable de que lo que temen en Perón
es a las masas trabajadoras argentinas? O se acepta a Perón o se niega
a las masas. No hay otra alternativa. De otro modo, estos grupos se
cierran el camino del pueblo. No entender esto es no entender nada. Y
no entender nada es negar la revolución encarnada en las masas. Tales
grupos de izquierda siguen siendo residuos del colonato mental, del
revolucionarismo libresco. Carecen de fe en el pueblo. Y, por tanto, de
la fe del pueblo. De esa fe que Perón moviliza. No los grupos de
izquierda. Las masas, ven con simpatía a Fidel Castro. Esto es
indudable. También a Mao. Pero no son cubanas. Y tampoco chinas. En
cambio saben bien quién es Bra-den y quien Perón. Quién Pedro E.
Aramburu y quien Juan José Valle. El pueblo -todos los pueblos-tienen
sus símbolos nacionales. Estos símbolos personifican y condensan una
tremenda potencia emocional. Son pasiones colectivas de clase. Y sin
pasiones colectivas no hay revolución."
Juan José Hernández Arregu, en "Peronismo y Socialismo", capítulo III, Bs As, Ed Corregidor, 1973, pg 109-113
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