jueves, 2 de agosto de 2012

Jorge Abelardo Ramos

"- Perón habla de socialismo.
- Yo y mis compañeros, en 1945, no apoyamos a Perón porque Perón era socialista. Lo apoyamos porque era burgués y en eso consistía su carácter progresista. Era burgués frente a la oligarquía terrateniente aliada al embajador Braden, que quería un país de vacas gordas y peones flacos. Hay gente de Filosofía y Letras proveniente de la carrera de Sociología, creada bajo el sociologismo comtiano importado de Estados Unidos, que supone a Germani como un hombre de ciencia y a Jauretche como un charlatán: pero Jauretche, un peronista, desempeñó el papel que los enciclopedistas franceses desempeñaron frente a la vieja nobleza. Puso en ridículo a la mitología literaria de la Argentina agraria, en nombre de una concepción burguesa.

- ¿No cree que Perón ahora sea un socialista, como dicen algunos jóvenes justicialistas?
- No creo que Perón haya cambiado en modo alguno su sistema de ideas y su doctrina, que es nacionalista popular.

- ¿No cree que confunde entonces su expresión sobre el "socialismo nacional"?
- Creo que es positivo que se califique así. Eso indica la necesidad que tiene Perón de modernizar a su movimiento, vinculándolo -aunque sea en el orden de la semántica- a la revolución mundial.

- Pero esa aproximación semántica, a través de la expresión "socialismo nacional" que tanto usó la ultraderecha, es sumamente confusa.
- Efectivamente, efectivamente. Yo preferiría que se llamara "socialismo de raíz nacional".

- Usted que es dirigente de un nucleamiento que se llama Frente de Izquierda Popular... ¿No cree que hay un porcentaje elevado de autodenominados izquierdistas que se alejan del trabajo político esperando que las soluciones se produzcan sin trabajo político?
- Bueno, vamos a ir por partes...

- Perdón, quería terminar la idea. La gente distingue sobre todo por izquierda a dos cosas: al Partido Comunista, con su organización, por una parte, y a la llamada ultraizquierda, por la otra. Pero usted propone una izquierda que no tiene nada que ver ni con los comunistas ni con la ultraizquierda o los partidarios de la lucha armada.
- La izquierda argentina expresó clásicamente la influencia política y monetaria de la burocracia soviética a través del Partido Comunista, mientras la influencia del imperialismo inglés se presentó a través del partido del doctor Justo. En la medida en que el Partido Comunista estuvo siempre contra los movimientos populares, quedó reducido a un grupo bien organizado pero cuya peligrosidad se limita a la venta de rifas. Sueña con una sociedad vegetariana que mantenga relaciones fructuosas con la Unión Soviética. En ese sentido, el Partido Comunista condena la lucha armada. Por eso es tan amigo de los demócratas progresistas y de la Marina de Guerra. En cuanto al Partido Socialista, está amenazado de extinción por cuanto desapareció el sector que lo sustentaba: la aristocracia obrera de carácter privilegiado. Después del ’45 aparece nuestra corriente, de izquierda nacional, que plantea las cosas con un enfoque marxista entroncado con la realidad argentina y la latinoamericana.

- ¿Usted no visualiza otra izquierda?
- Están los partidarios de la acción armada. Allí podemos distinguir dos sectores: los que hablan y los que hacen. Los que hablan son mucho más numerosos que los que hacen y están instalados generalmente en los barrios residenciales del interior y de la Capital, y en la Facultad de Filosofía y Letras. A ésos no les tengo el menor respeto, ni político ni intelectual. Respeto, sí, a los que practican la acción armada, aunque descreo de ella. Yo creo que cuando se toman las armas las debe tomar el pueblo argentino, como en mayo de 1810 y en mayo de 1969. La acción colectiva, pacífica o militarmente, redime de una sociedad mal constituida. Pero nunca una minoría. El revolucionario español Joaquín Maurín cuenta una visita a Rusia de una delegación sindical, en 1921. Los revolucionarios preguntaron a Trotski si podrían los soviets enviar armas a España para hacer la revolución. Trotski contestó: "Para hacer una revolución es necesario haber ganado las simpatías de la mayoría de la población. Y entonces se cuenta naturalmente con los soldados, que son quienes tienen las armas. Las armas necesarias para la revolución española están en España: ganen la voluntad de los que las tienen".

Entrevista a Jorge Abelardo Ramos, en la Revista CONFIRMADO, 29 de febrero de 1972.


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