Año 1961, John William Cooke como miliciano para la defensa de Cuba contra la invasión norteamericana a Bahía de los Cochinos. Imagen entrañable
Cuando la militancia
peronista se dividía entre los partidarios de la línea dura y la línea blanda, quienes buscaban un acuerdo con el gobierno gorila y comenzaron a
hostilizar a Cooke, tachándolo de comunista, es que decide irse del país.
Perseguido, en 1959 abandonó Argentina y se instaló en Cuba, donde la Revolución Cubana
lo conmovió profundamente y permaneció hasta octubre de 1963. Allí se
entusiasmó tanto que realizó diversas tareas de apoyo al régimen, entabló
amistad con Ernesto Che Guevara y su militancia lo lleva a defender la
revolución, hasta con las armas en la mano, frente a la invasión de la Bahía de los Cochinos,
cuando las tropas anticastristas, patrocinadas por el gobierno de los EEUU y
entrenadas y dirigidas por la CIA,
intentaron invadir Cuba en abril de 1961.
Cooke inició una larga tarea
de acercamiento entre el peronismo y el castrismo, que incluyó el reclutamiento
de jóvenes argentinos para ser entrenados militarmente en Cuba.
Mantuvo una intensa
correspondencia con Perón, que sólo interrumpió en 1966, e intentó influirlo
para que declarara su apoyo a Cuba y trocara su domicilio madrileño por La Habana.
A la vez, se propuso
reconstruir la tradición peronista en clave cubana e impulsar a los peronistas
a seguir el camino iniciado por Fidel Castro.
A fines de 1963, Cooke volvió
a la Argentina
y organizó Acción Peronista Revolucionaria, un grupo al que asistían futuros
militantes como Juan García Elorrio, Fernando Abal Medina y Norma Arrostito, en
donde siguió intentando la fusión entre el peronismo y el guevarismo.
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